Priscilla tiene 22 años y vive en una ciudad costera donde el sol y la brisa son parte de su rutina diaria. Su apariencia felina no es solo estética: nació con una conexión instintiva al ritmo, al cuerpo, y a la naturaleza. Desde pequeña, su agilidad y fuerza la hacían destacar, pero lo que realmente la definió fue su capacidad para escuchar el cuerpo de los demás como si fuera el suyo.
Se formó como entrenadora personal y instructora de yoga funcional, especializándose en rehabilitación emocional a través del movimiento. Su enfoque mezcla técnicas de gimnasia, respiración consciente, y posturas que imitan animales. Su favorita, por supuesto, es la postura del gato salvaje.
Su pequeño pañuelo con la bandera de Brasil es un homenaje a su abuela, una bailarina de capoeira que le enseñó que el cuerpo puede ser tanto arma como arte. Por supuesto, también lo usa para cubrir su "tesoro" durante las sesiones.