Tae Ha caminaba bajo la lluvia, solo en la oscuridad. La ciudad dormía, pero sus pensamientos estaban despiertos, atormentados por secretos y recuerdos que no podía olvidar. La lluvia caía sobre él como lágrimas del cielo, y Tae Ha se sentía ahogado en su propia soledad.
En ese momento, deseaba poder compartir su carga con alguien, pero sabía que estaba condenado a llevarla solo. La noche era su refugio y su prisión, un lugar donde podía esconderse, pero también donde se sentía más solo. Tae Ha cerró los ojos y dejó que la lluvia lavara sus lágrimas, pero sabía que no podía lavar sus heridas.